7 de noviembre: Tu mayor pifia en una partida de rol
Como ya hemos hablado de pifias catastróficas en algunas ocasiones, y para no repetirnos, hoy voy a elegir de nuevo una que, si bien no creo que sea la más desestrosa, si fue bastante divertida. Corría el año 1999 y jugábamos a El Señor de los Anillos de Joc en el Club Draken. Yo llevaba un bardo de Rohan llamado Krito, al que le iban las mozas más que a un tonto un lápiz, y que por obra y gracia del destino, se había hecho íntimo amigo de Indurain, el guardabosques que llevaba Darthagus, que tampoco le hacía ningún asco a una zagala maciza.
Por si fuera poco, Krito tenía unas características bastante lamentables, entre las que destacaba un bonificador de -5 en constitución, por obra y gracia de un hechizo que un mago malvado le había echado al poco tiempo de comenzar sus aventuras. Llevado por la necesidad, Krito se convirtió en un maestro en el loable arte de engatusar a base de labia.
Nos encontrábamos en un pueblecito perdido de la mano de Eru, en el que acudimos, como mandan los cánones, a beber unas jarras de cerveza al bar más cercano. La hija del mesonero era una joven de buen ver, a la que Krito no dudo en dorarle la pildora hasta que consiguió quedar con ella esa misma noche, cuando su padre se marchase a dormir. Como Krito era ducho en el amor pero flojucho físicamente hablando, y la moza le había instado a subir gallardamente a su balcón, para pasar la noche a escondidas con ella, Indurain no tuvo ningún problema en echarle una mano a su amigo para trepar hasta la ventana de la muchacha.
Nuestro gallardo bardo, alcanzó sin percances el balcón, pero nada más entrar en el cuarto de la chica, vio una extraña sombra que se abalanzaba hacia él. La sospechosa sombra no era sino el mesonero, armado de un tremendo garrote y dispuesto a rompérselo en las costillas al pobre Krito, para salvar la honra de su pequeña. Como Krito era, ante todo un hombre práctico, que sabe cuando es mejor huir que luchar, salió corriendo al balcón para intentar descolgarse hasta la calle y salir por piernas. Con tan mala suerte, que falló estrepitosamente la tirada y cayó directamente al vacío.
Para su suerte, Indurain, hombre previsor, se había quedado abajo esperando por si su compañero tenía alguna dificultad, y pudo cogerlo al vuelo antes de que se partiese la crisma contra el suelo. Eso sí, se tiraron toda la noche corriendo para escapar del feroz mesonero.
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