La mayoría de nosotros se inició
en esto del rol en su más cándida adolescencia, en casa de algún conocido cuya
familia amablemente te dejaba la mesa de la cocina para echar una partidilla (gracias
desde aquí, a todas esas madres que han tolerado y alimentado a los amigos raros
de sus hijos, semana tras semana). Hasta que un día aciago, el amigo de la mesa
de la cocina disponible y la madre que hace galletas, se va a vivir a Burgos o se
echa una novia a la que no le gusta eso del rol (si, hijitos, las chicas
roleras existimos, pero somos un bien escaso que no todo el mundo encuentra).
El siguiente paso, suele consistir
en apuntarse a algún club de rol que encuentres relativamente cerca, donde por
una parte de tu paga semanal y alguna que otra discusión sobre a quién le
tocaba limpiar esta semana, dispondrás de un local donde reunirte a jugar con
los amigos, y donde, por que no, hacer algunos nuevos. Si vives en un sitio
donde hay algún club de rol cerca, enhorabuena, tus problemas tienen solución. Si
no lo hay, te arriesgas a que en un subidón de entusiasmo (y por que no
decirlo, cierto toque de estupidez), decidas montar tu propio club de rol: te
quemarás las cejas haciendo cuentas, buscando socios, organizando jornadas y
discutiendo el cuadrante de la limpieza. Pero tendrás la satisfacción de salir
de casa y desde la puerta poder decir: ¡¡¡Mamá, me voy al club!!!!
Pero cada historia tiene su
final, como decía la canción, y llegará un día en el que ese sitio donde pasaste tan buenos ratos, donde
hiciste amigos (algunos para toda la vida), donde puede incluso que conocieras
al hombre o la mujer de tu vida, cierre. Para entonces seguramente lo de tener
un lugar propio donde jugar ya no será un problema, pero no por eso dejará de importarte.
Antes de poder darte cuenta, estarás recogiendo tus cosas del local y te
encontrarás con que caben en una cajita como esas que se llevan los americanos
en las películas cuando los despiden en el trabajo (que me pregunto yo qué se
llevarán…). Plantarás la caja en la mesa de la cocina y pensarás: y ahora, ¿qué
hacemos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario