De nuevo de refilón (como siempre, últimamente) llegamos al Carrusel Bloguero de este mes, titulado "Letalidad en campaña" y que nos llega de la mano de Peregrino en Cäea. En su entrada, el anfitrión nos habla de la necesidad por parte del master de ser imparcial y la importancia de que los jugadores aprendan que sus personajes pueden morir, por lo que si quieren evitarlo, deberán actual con inteligencia y prudencia. Efectivamente, saber llegar al punto equilibrado entre peligro y jugabilidad forma parte de las atribuciones más importantes de un master. Pero, ¿qué pasa cuando la mortalidad de una partida no viene tanto de la mano del master sino de tus jugadores? Pues que te encuentras con cosas asi:
Letalidad en campaña: 1000 maneras de morir
El jugador suicida: Todo master ha tenido algún jugador de esos que se lanza a la batalla poniendo pecho por delante sin que tenga mucho sentido, y se ha visto obligado a liquidarlo para escarmentarle. Pero, ¿qué pasa si no escarmienta? En la partida de Señor de los Anillos de Pedro, tuvimos un jugador que se moría prácticamente en todas la sesiones. El master, harto de hacer nuevas fichas continuamente, decidió clonarle el mismo personaje, pensando que la pérdida de experiencia sería suficiente para hacerle modificar su actitud: error, porque se moría tan seguido que no llegaba siquiera a recibir experiencia. De hecho, una tarde murió 4 veces. Aunque su mejor muerte fue aquella vez que entró a solas en una casa y al preguntarle al master que veía al traspasar la puerta, éste le respondió "Un mago y 12 guardias". "Les meto" dijo nuestro jugador suicida. "¿A todos a la vez o de uno en uno?" respondió con sorna nuestro master. "A todos a la vez", fue la rotunda respuesta del futuro cadáver.
El jugador gafado: es lógico y normal que a uno se le muera el personaje alguna vez, incluso siendo un jugador prudente, por el simple motivo de que las tiradas de dados implican aleatoriedad, pero morir intentando abrir con el hombro una puerta secreta, la verdad, es bastante lamentable. Que tus compañeros carguen durante kilómetros de pasadizos infectados de alimañas con tu cadáver para gastarse todo su dinero (60 monedas de oro) en hacer que un mago te resucite, es de agradecer. Pero imaginaos que cara se les queda a tus compañeros cuando después de eso, en la sigueinte sesión, durante una refriega conjunta con un batallón de jinetes de Rohan para matar a unos tristes orcos, te matas a ti mismo al intentar dar el primer golpe con tu hacha. El master se apiadó de él (y de nuestras fianzas) e hizo que un mago que llevaban los rohirrin resucitase gratis a nuestro compañero, que al recobrar el conocimiento preguntó "¿Se ha muerto?", refiriéndose al orco. A lo que el master respondió "Sí, de risa al verte...".
El jugador traicionado: En cierta ocasión, jugando a AD&D, tuvimos un compañero enano que no se puso idioma común, por lo que sólo podía comunicarse con dos personajes que teníamos nociones de la lengua de los enanos (esto daría para hablar mucho sobre como escarmentar a jugadores que se hacen la ficha de forma ilógica, pero eso, es otra historia...). En cierto momento de la aventura en el que uno de los dos jugadores "traductores" no estaba con el grupo, fueron atacados y el valeroso enano se lanzó presto a la batalla al grito de "¡¡¡A por ellos!!!" El resto de jugadores miraron al que debía traducirles y él con toda su cara les dijo "Dice que ya va él, que le esperemos".
El jugador de corta duración: Tenemos un amigo que tiene el record a la hora de morirse pronto en una de nuestras partidas, porque su personaje (y de retruque el de otro jugador que iba en su nave) murió en menos de 5 minutos de juego. Se trataba de una partida de Star Wars D6 en la que los personajes se encontraban en Hoth en el momento del ataque imperial al planeta. Nuestros héroes salieron de dos en dos de los hangares, a bordo de alas X, en las que un jugador pilotaba y el otro hacía de artillero. Su ala X se estampó solito y sin ayuda de nadie contra la pata de un AT-AT nada más salir del hangar, sin llegar a disparar ni un sólo tiro.
El jugador cuyo personaje no se consigue morir: En la primera partida de vampiro que jugué en mis años mozos, Umerue llevaba una ventrue cuyo sire y mentor había desaparecido, que dio pie a bastantes aventuras en las que buscábamos información sobre su paradero. Finalmente, resultó que el sire estaba muerto. Nuestra vampira, destrozada por su pérdida, decidió irse a la playa a esperar el amanecer. Mi toreador, que era muy amigo del personaje de Umerue, decidió ir a buscarla y se llevó al brujah de Leanan para que le ayudase. Intentamos convencerla pero la cercanía del amanecer no permitía largos debates, así que el brujah le metió un guantazo que le rompió la mandíbula y la dejó sin sentido, la cargamos como un fardo a la furgoneta y conseguimos llegar al refugio justo en el momento que los primeros rayos de sol aparecían en el horizonte. Huelga decir que entre la hostia y que la encadenamos a la pata de mi cama (literalmente), no se le ocurrió volver a intentar morirse....
Bueno, y con esto nos despedimos del Carrusel Bloguero hasta el próximo mes en el que tenemos el honor de ser los anfitriones. ¡¡¡Os esperamos!!!
Siempre me gustan las entradas de anécdotas. Yo he tenido de los cuatro primeros, pero no del quinto. Añado otro:
ResponderEliminarEl jugador cuyo personaje está bien muerto:
En una ocasión de una campaña un personaje que llevaba mucha carga palmó muy aleatoriamente. El resto de jugadores y el máster hicieron todo tipo de malabarismos para que el personaje resucitara. El jugador se negó, diciendo que el personaje estaba muerto, y ya está. La campaña sin ese personaje ya no fue lo mismo, y de hecho se canceló poco después.
Que un jugador tenga tanta deportividad que no sólo sepa aceptar que su personaje ha muerto, sino que incluso insista en ello, para mantener la imparcialidad e igualdad con el resto de jugadores, es algo que le honra. Lástima que a veces haya personajes cuya pérdida sea difícil de superar para la dinámica de la aventura, porque siempre es triste una campaña se cancele. Una aportación muy interesante, Verion, gracias.
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